miércoles, 30 de julio de 2008

La Guajira: lleve su cometa y que coja vuelo en el cabo de la Vela

Una carretera destapada es el camino directo hacia el Cabo de la Vela, el punto más septentrional de Colombia. Al lado derecho del camino corre el ferrocarril con todos sus vagones llenos de Carbón, combustible de exportación para los países industrializados. En el recorrido a lado y lado de la vía se apostan niños esperando una moneda o un paquete de golosinas. Esta actividad hace parte del paisaje de la Guajira, uno de los sitios más cálidos de Colombia, lleno de riquezas naturales, pero también uno de los más inexplorados.



Al llegar a la Guajira, uno debe pensar en las rancherías. Allí se puede degustar de las delicias del mar, no importa si se es un acaudalado o un parroquiano. Una de las experiencias más interesantes es la de dormir en hamaca, aquí se alquilan como los cuartos de hotel para pasar la noche al aire libre. Es una buena experiencia, sin embargo para aquellos acostumbrados a la cama, el dolor en el cuello al día siguiente puede ser insoportable. Sin embargo, estamos en la Guajira no hay nada más que pedir.

Observar la línea que divide el desierto y el mar es un espectáculo que invita a la meditación. Si lo que se quiere es escuchar la charla entre el viento y las olas, este lugar mágico ofrece la llave a desentrañar estos diálogos milenarios. La gente de estas tierras es amable, como en todo Colombia, y están dispuestas a servir al turista. Ellos saben que la Guajira ofrece otro tipo de turismo, donde el contacto con las costrumbres locales marcan la diferencia.

Hacia el cabo de la vela
En la ruta hacia este punto geográfico se pueden apreciar los gigantescos molinos eólicos que producen energía gracias a la fuerza del viento. Don Quijote se hubiera asustado pues no podría combatir con tantos de ellos. En el cabo de la Vela el objetivo es subir una pequeña montaña que se encuentra coronada por una imagen de la Virgen, desde allí se pueden observar los buques que cargan el carbón para llevarlo al viejo continente; también el horizonte infinito que nos pone a soñar con otros mundos.

En la cima uno se debe proteger del viento, que sopla con fuerza y trata de lanzarlo por el acantilado, si a uno le gusta el riesgo, se puede sentir algo de vértigo, aunque niños y adultos suben sin temor.

Recomendaciones
- Debe tener mucha paciencia durante el recorrido entre Riohacha y el cabo de la Vela, puede tomar aproximadamente dos horas.
- Deleitese observando el desierto.
- Visite las montañas de sal al aire libre, si lleva un mango, lo puede disfrutar mejor.


La Virgen domina el espacio desde la cima de esta pequeña montaña.


El desierto y el mar son amigos desde hace unos miles de años.


Ló unico que falta es empezar la construcción de las pirámides.


Usted sólo debe preocuparse de su color favorito.


Las torres eólicas hacen parte del paisaje guajiro.


Si llevan un mango viche las visitas a este sitio son más placenteras.